Leer en Buenos Aires
A
los que nos gusta leer, nos ha gustado desde siempre. De chicos tenemos esta ambición
por los libros y páginas que devoramos con los ojos. Recuerdo que cuando era
chica en el campo me la pasaba leyendo. A la noche se podía
escuchar a mis padres implorándome que apagara la luz (a motor) o el farolito de
kerosene. Yo leía debajo de las sábanas
con una linterna, en aquel entonces leía Los Hollister esos libros de aventura de
tapa naranja.
Foto De Google |
Estoy
con un nuevo proyecto Leer en Buenos Aires, asique me pareció bueno empezar con
lo que significa las librerías para nosotros los lectores, pero antes de arrancar una nota sobre
las bibliotecas que nos armamos en casa. Al que le gusta leer siempre sueña con
una biblioteca de pared a pared, que pueda guardar sus tesoros, los libros. La
ley de Murphy es que siempre nos quedan chicas. No conozco a nadie que le sobre
lugar. Inventamos nuevos estantes que van invadiendo todos los ambientes
pero siempre se llenan rápido. Las bibliotecas de nuestras casas, les tenemos
cariño merecen más líneas asique volveré en el futuro sobre este
tema.
Vuelvo
a las librerías, esas que nos tientan mientras caminamos por las calles y nos atraen
como imanes hacia adentro a ver qué hay de nuevo o finalmente comprar ese libro
que viene haciendo eco en nuestra cabeza. Algunas parecen como un kiosco lleno
de golosinas y nos sentimos como chicos, cada libro es mejor que el otro y queremos
llevarnos todos a casa. A los lectores nos gusta entrar en una librería y
encontrar estantes altos y perdernos en un laberinto de libros. Para ser gráfica nos gusta esas librerías donde la madera está en las paredes
repleta de libros y hay mesas con recomendados y nosotros nos deleitamos, pasando nuestras yemas de los dedos por las
tapas como si estuviéramos en presencia de chocolate. Cuanto más mesas mejor,
no importa si el género no es de nuestro mayor agrado. Nos gusta la abundancia de
lectura. Es más, hasta nos gusta el olor a los libros. Odiamos esas librerías con
góndolas bajas que se nos cruzan en el camino y nos hacen sentir que estamos en
un súper. ¡Fuera las góndolas arriba las mesas! Esas librerías son comerciales,
en verdad todas lo son pero ¡no nos gusta que sea tan obvio!
El
leer genera un clima, una predisposición especial. En los últimos años se ofrece un ambiente
distinto y distendido para apreciar la lectura. Ahora en las librerías hay
sillones, sofás, café y almuerzos. ¡Todo un spa para el lector! Cuando uno
entra a estas librerías nunca se sabe cuándo sale, casi siempre se pierde la noción
del tiempo. De esto se trata este
proyecto, de los lugares donde se puede disfrutar de buena lectura. Así
comienza este recorrido que compartiré en el blog con anécdotas y nuevas experiencias.
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